Visitas al Pazo de Rubianes. Capilla, Palomar y Ciprés… Pazo es.
Continuamos aclarando las dudas más frecuentes con las que nos encontramos durante las visitas al pazo de Rubianes.
En este caso nos centramos en los grupos de extranjeros que nos visitan, sobre todo turistas de Reino Unido y Estados Unidos de América.
Al escuchar al guía la introducción a la historia del Pazo de Rubianes, muchos se preguntan qué quiere decir la palabra “Pazo” que tanto repetimos.
En este artículo vamos a intentar hacer un breve resumen de los orígenes de los pazos en Galicia y de su evolución.
Con la llegada de los romanos a la península, en concreto la VII legión romana, que se asienta al noroeste, se introduce una revolucionaria técnica de construcción: las esquinas; con las que se comienza a construir las viviendas de planta rectangular.
Estos nuevos edificios crean la villae que termina por substituir a los emblemáticos poblados de la iberia pre-romana, compuestos por los castros y sus edificaciones de planta circular.
La nueva técnica ofrece también la posibilidad de añadir otra planta superior, que luego se utilizará para la edificación de los primeros Pazos gallegos durante el siglo XV.
Estas casas señoriales pasan por diferentes estadios según la finalidad del propio edificio. En un principio se destinan para defensa y se construyen fortalezas durante los siglos XIII, XIV y XV.
Por lo general se trata de torres de gruesos muros con un cierre defensivo muy consistente, levantados sobre un terreno elevado y encima de una roca, para asegurarse unos buenos cimientos además de ventajas defensivas.
El pazo constituía el centro de la vida en las villas que gobernaba el señor, allí se impartía justicia y se refugiaban los siervos de los ataques de los enemigos de su amo.
A pesar del buen diseño de estas fortalezas para repeler ataques, muchos de ellos se destruyeron durante las Revueltas Irmandiñas que tuvieron lugar en Galicia entre 1467 y 1469, contra el poder y los abusos por parte de la aristocracia.
Después de estos sucesos se produce otra importante transformación en los pazos que sobrevivieron a las quemas. Se pasa de fortificación a vivienda solariega al finalizar las luchas feudales y los levantamientos.
Ahora los dueños de los pazos quieren disfrutar de sus viviendas en el campo, reciben libros e incluso prensa durante la ilustración; el siglo de las luces, aunque los señores continúan viviendo de los tributos que pagan los campesinos que pueblan y trabajan sus tierras.
Las modificaciones en los edificios reflejan estos cambios de la sociedad. Se destruyen las torres fortificadas para construir las casas solariegas como las de los campesinos, pero más grandes y mejor decoradas por dentro y por fuera. Otros pazos añaden la casa solariega a la torre y se combinan las dos estructuras.
Al mismo tiempo que la burguesía comienza a desarrollarse en las ciudades, van poco a poco adquiriendo terrenos baldíos expropiados a la iglesia. En ellos construyen pazos, imitando los edificios señoriales del siglo XVI ó XVII. Está llegando el Barroco; es el momento de mayor apogeo de estos edificios que se remodelan por última vez para transformarse en palacios.
La nobleza pasa la mayor parte del tiempo en las ciudades, donde la vida social es más interesante y solo retorna al campo para pasar largas temporadas de asueto en los pazos, sobre todo en verano. Esta forma de vida supone un esfuerzo económico con el gasto adicional que supone mantener dos viviendas.
En cuanto a la estructura interna de los pazos, sobre todo los que se conservaron como una combinación entre torre fortificada y casa solariega, todos tienen un diseño muy similar:
El primer piso suelen estar los establos de los animales, la lareira de la cocina y las habitaciones de los trabajadores de la casa; mientras que el segundo piso está destinado a las habitaciones y salones de los señores.
En cuanto al exterior la mayoría cuenta con una capilla de uso familiar, a la que incluso se adjunta un capellán para dar misa, un palomar, jardines huerta o viñedo, horreo y bosque. Entonces aparece el dicho popular:
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